Cuando la «diosa» democracia «se equivoca»

Leído en HazteOir.org y para que reflexionemos un ratín sobre la «indiscutible» democracia y el poder omnímodo que le damos a una institución….manejada por hombres falibles.  Probablemente los más falibles de todos.

Por eso -y más que nunca- es necesario recortar, limitar y reducir al mínimo los poderes que otorgamos a esta institución -repito- manejada por hombres profundamente imperfectos.  Cada libertad que cedemos es un grillete que nos ponemos.

El caso Turing prueba que las leyes democráticas no siempre son justas

El castigo legal a un homosexual británico demuestra que la voluntad de la mayoría no convierte una norma en justa, aunque haya sido aprobada democráticamente.

REDACCION HO.- El gobierno del Reino Unido ha pedido perdón públicamente a uno de los matemáticos británicos más brillantes del pasado siglo, Alan Turing, al que se condenó por su homosexualidad en 1952.

Turing se declaró homosexual y, de acuerdo con una ley perfectamente legal y emanada de un estado rigurosamente democrático, fue condenado por «gran indecencia«.

A Turing se le concedió el dudoso honor de elegir la pena: podía escoger entre dos años de prisión o la administración de inyecciones de hormonas para reducir su impulso sexual. El matemático eligió la castración química.

A propósito del supuesto valor de las mayorías en la promulgación de determinadas leyes, señala José María Fernández-Cueto:

«Ningún ser humano es por sí mismo superior a otro. Ni vale el recurso a la suma de las voluntades de todos los ciudadanos. La suma de voluntades no cambia la naturaleza de las mismas. La historia de las democracias cuenta multitud de sinrazones impuestas a una minoría sensata, por voluntad de una mayoría, que en el dejarse arrastrar por la pretendida opinión pública demostraba bien que no lo era.» (José María Fernández-Cueto, Católicos, ¿por qué? Barcelona 1996)

 

No es preciso recurrir a ejemplos extremos, como la llegada al poder de Hitler, para poner en evidencia que la voluntad de la mayoría en las sociedades democráticas no tiene por qué coincidir con la decisión justa, ni mucho menos con la verdad de los hechos. El caso de Alan Turing, que hoy recoge ABC, es paradigmático en este sentido:

«El Gobierno británico ha pedido perdón por el trato «horroso», «completamente injusto» e «inhumano» dado al brillante matemático Alan Turing en los años 50 a raíz de su homosexualidad. Con una disculpa colgada en la página web de Downing Street, Gordon Brown respondía a la demanda de perdón solicitada por una campaña que han firmado 30.805 personas.

La campaña acusaba a las autoridades británicas de haber criminalizado y empujado a la muerte a Turing, uno de los padres de la ciencia de la computación. Precusor de la informática moderna, tuvo un papel decisivo en descifrar los códigos nazis, particularmente los de la máquina Enigma, ideó la «máquina de Turing», un modelo computacional, y a él se debe la «prueba de Turing» sobre inteligencia artificial.

«Sin su destacada contribución, la historia de la Guerra Mundial podría haber sido muy diferente. El deber de gratitud que merece hace todavía más horroso que fuera tratado tan inhumanamente», dice Brown, quien recuerda que Turing fue condenado en 1952 por «gran indecencia», al admitir relaciones homosexuales, y que «su sentencia -tuvo que elegir entre ella o la prisión- fue la castración química mediante una serie de inyecciones de hormonas femeninas». «Te pedimos perdón, te merecías algo mucho mejor», declara el texto de Downing Street.

Se da por sentado que el científico se suicidó, tal como constó en el veredicto oficial, aunque algunas hipótesis hablan de asesinato o suicidio forzado tras el que se encontrarían los servicios secretos, temorosos de que la homosexualidad de Turing fuera una debilidad susceptible de chantajes.

La increíble carrera de Turing quedó truncada en 1951, cuando a sus 39 años se encontraba en la madurez profesional. Para evitar la condena por un delito que normalmente estaba penado con dos años de cárcel, aceptó someterse a un tratamiento hormonal destinado a reducir la libido.

Se le prohibió viajar a Estados Unidos, lo que limitaba su actividad y proyección como científico, y su reputación se derrumbó por la publicidad que se dio al caso.»

3 comentarios

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3 Respuestas a “Cuando la «diosa» democracia «se equivoca»

  1. Juano

    Turing, después de la guerra profundizó en las investigaciones que demuestran los límites de la ciencia y de la razón. Estos estudios enseñan que hay problemas cuya solución podemos hallar mediante la intuición, o cuya solución sabemos que no podemos hallar, que no pueden solventarse de ninguna otra manera.
    Con el nuevo campo que abrían los ordenadores Turing se vio con la paradoja de que ante ciertos retos no se podía saber si la solución era imposible de demostrar o si era cuestión de más tiempo de cálculo. Una herramienta que incrementaba enormemente nuestras capacidades lo primero que demostraba era nuestras limitaciones.
    Algunas teorías sostienen que fue esa línea de investigación la que hizo que el «establishment» utilizara su manifiesta homosexualidad (jamás disimulada) para frenar su trabajo.

    En un tiempo en el que se nos sigue intentando vender la ciencia y la razón como piedra filosofal y explicación de todo para justificar cualquier cosa, conviene tener presente la obra de alguien que demostró que tal cosa no es cierta (aún empleando correctamente ambas cosas, lo cual no es siempre la norma) y además sufrió sus consecuencias… (recordemos que la ciencia proclamaba la homosexualidad como un desorden hormonal tratable…).

  2. Marina

    interesante el artículo e interesante el comentario.

  3. Kiss my ass

    Juano: me has dejado sin palabras. Vaya post y vaya comentario.
    Para que luego digan que la democracia es la panacea y que aquí no pasan cosas dignas de la Unión Soviética.

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