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Un día como hoy

Un glorioso día 9 de noviembre de 1989 caía el muro de la vergüenza, que sumió a media Europa en la esclavitud del comunismo.

muro-berlin

Dedico esta canción, que caló profundamente en mi alma cuando la oí por primera vez para convertirse en un himno de vida, a los más de 100 millones de víctimas que -como el protagonista de esta canción- murieron asesinados por el sistema más inhumano y opresor inventado por el hombre.

Y aquí un poco de historia sobre el muro de la vergüenza:

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Un día como hoy caía un muro

Un muro de vergüenza, de opresión, que dividía a los hombres libres de los que vivían esclavizados. Un muro que dividió familias, que fracturó a un país.  Un muro que no pudo parar las ansias de libertad de los individuos que fueron oprimidos por el comunismo, y que un día como hoy, en 1989, caía irremediablemente.

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Pequeño saquete de maldades

por César Vidal

De esa manera calificó Felipe González a Santiago Carrillo en aquellos años de la Transición tan idealizados, y que con sus polvos nos trajeron los lodos en que ahora estamos enfangados. Felipe González, por supuesto, menospreciaba al adversario y, en especial, mostraba su resentimiento consustancial hacia alguien que le podía haber causado un daño enorme.

Carrillo procedía del PSOE, donde había entrado bajo los auspicios de su padre, Wenceslao, un socialista histórico, y de Largo Caballero, el Lenin español. Sin embargo, el joven Santiago se percató desde muy pronto de que aquel PSOE no iría muy lejos en el camino de la revolución proletaria. En 1934, el retrato que aparecía, lustroso y revelador, en el despacho de Carrillo no era otro que el de Stalin, el hombre que modelaría su vida. Cuando, en octubre de ese año, el PSOE, apoyado en los nacionalistas catalanes, se alzó en armas contra el Gobierno de la República, Carrillo se hallaba entre los golpistas, pero no dio –según contaron sus compañeros de filas– muestras de valor físico. Incluso alguno se atrevió a acusarlo de haber sufrido descomposición intestinal. Fuera como fuese, Carrillo corrió a esconderse, pero acabó dando con sus huesos, brevemente, en la cárcel. Salió con la victoria del Frente Popular, y a esas alturas ya era un submarino del PCE que procedió a unificar las juventudes socialistas y comunistas bajo el control de Moscú.

De su paso por la guerra, su camarada Líster diría que «nunca asomó la gaita por un frente». Era cierto, pero no fue la suya la labor típica del emboscado. Por el contrario, convertido en el equivalente al ministro del Interior de la Junta de Madrid, llevó a cabo las matanzas de Paracuellos. El tema es discutido aún por algún apologista de la izquierda, pero hace años que Dimitrov y Stepanov zanjaron la cuestión atribuyendo directamente a Carrillo el mérito de las matanzas masivas en la retaguardia. Tampoco él lo ocultó durante años. Carlos Semprún refirió al autor de estas líneas cómo Carrillo reconocía en privado que los asesinatos en masa se habían debido a sus órdenes, aunque lo hacía sin jactancia, explicando que la guerra era así.

Cuando concluyó el conflicto, Carrillo formaba parte de los comunistas fanatizados aún creían en que Stalin descendería como deus ex machina para arrebatar el triunfo militar a Franco. Con el despiste de no comprender lo sucedido y el ansia de ajustar las cuentas a todos, escribió una carta memorable a su padre, uno de los alzados contra Negrín en el golpe de estado de Casado, carta en la que renegaba de su condición de hijo y afirmaba que, de estar en su mano, lo mataría. Su progenitor le envió una respuesta que haría llorar a las piedras, disculpando a Carrillo y atribuyendo el episodio a Stalin. Los comunistas se habían batido como nadie contra Franco, pero, a la sazón, no pasaban de ser un montón de juguetes rotos, niños de la guerra incluidos. Stalin colocó a Pasionaria al frente del PCE, más por su servilismo que por su inexistente talento; a un desengañado Díaz se lo quitó de en medio en un episodio que nunca se supo si era suicidio o asesinato, y comenzó a buscar a alguien totalmente desprovisto de escrúpulos para encabezar el PCE futuro.

A Carrillo le tocó la lotería del dictador georgiano simplemente porque reunía todas las cualidades: amoralidad, ausencia de afectos naturales, sumisión absoluta a Moscú, disposición a derramar sangre si así se le ordenaba… Décadas después, tras un programa de televisión en que participamos ambos, Jorge Semprún me diría que Carrillo era el único superviviente de aquella generación y que se iría con sus secretos a la tumba. No se equivocó. A cambio de ser el que tuviera las riendas del poder, Carrillo firmó un pacto absolutamente fáustico con Stalin en el que la sangre la pusieron otros.

Antes de acabar la guerra mundial, Carrillo desencadenó la estúpida operación de conquista del valle de Arán pensando que podría lograr en España lo que el PCI había conseguido en Italia o el PCF pretendía conseguir en Francia. Pero Carrillo no era Togliatti y las hazañas se limitaron a fusilar a unos pocos párrocos indefensos y a llamar a la sublevación armada a unas poblaciones hartas de guerra. El fracaso, a la staliniana, tenía que contar con responsables que cargaran con él como adecuados Cirineos. Así fue. Carrillo ordenó el asesinato de los presuntos culpables del desastre a manos de sus propios camaradas. Repetiría esa conducta una y otra vez, infamando a camaradas entregados como Quiñones o Comorera simplemente para que quedara claro que él no se equivocaba y que si los resultados no eran los esperados se debía a los traidores infiltrados. Y, sin embargo, ¿quién sabe? Carrillo y sus seguidores cercanos eran tan obtusos que, quizá, en lugar de chivos expiatorios de la ambición, las víctimas sólo fueron las paganas de la roma mentalidad de los comunistas. Así, nunca se sabrá si Grimau cayó en manos de la policía franquista porque Carrillo deseaba deshacerse de él o simplemente porque el PCE no daba más de sí.

La invasión de Checoslovaquia por los tanques soviéticos enfrentó a Carrillo por vez primera con unas bases que no veían bien cómo legitimar una acción así simplemente porque derivara de las órdenes de Moscú. Apoyándose en Claudín, antiguo compañero de la guerra, y Semprún, el intelectual del PCE por eso de que, al menos, sabía idiomas, Carrillo adelantó las líneas maestras de una cierta renovación ideológica –no mucha– dentro del PCE. Semejante paso no significaba ni que fuera más flexible ni que tuviera intención de ceder el poder. En una secuencia extraordinaria de ¡Viva la clase media!, un José Luis Garci actor ponía de manifiesto cómo todos los activistas del PCE en España eran, a fin de cuentas, cuatro y el de la vietnamita, y la famosa huelga general pacífica que derribaría a Franco no pasaba de ser un delirio basado en el desconocimiento de la España que se pensaba redimir. Eran como los testigos de Jehová a la espera del fin del mundo, sólo que ellos esperaban que el paraíso vendría por la acción de unas masas entregadas al fútbol y a la televisión.

En un intento de cambiar el rumbo porque era obvio que Franco se iba a morir en la cama, Claudín y Semprún realizaron un nuevo análisis marxista de lo que sucedía. Carrillo hizo que los expulsaran del PCE tras una tormentosa reunión celebrada –y grabada– en el este de Europa, y en la que tuvieron que escuchar cómo Pasionaria, que sabía leer y escribir lo justito, los calificaba, a ellos, cabezas pensantes del partido, de «cabezas de chorlito». En adelante, Carrillo –retratado magníficamente en la Autobiografía de Federico Sánchez de Semprún– se dedicó a esperar el «hecho biológico» de la muerte de Franco mientras disfrutaba de la sofisticada hospitalidad de dictadores como Ceausescu e intentaba que los prosoviéticos como Ignacio Gallego o Julio Anguita –al que con muy mala baba calificó de «compañero de viaje»– no le estropearan el festín.

De regreso a España, soñó –nunca mejor dicho– con llegar a un «pacto histórico» con Suárez que le permitiera convertir al PCE en la fuerza hegemónica de la izquierda. Pero la España de los setenta no era la Italia de los cuarenta. Estados Unidos decidió que la izquierda fetén no podía ser un PCE que propalaba un eurocomunismo cocinado en las zahúrdas del KGB y, a través de Alemania, se dedicó a financiar al PSOE de un joven abogado sevillano que respondía al nombre clandestino de Isidoro.

En su intento por lograr lo imposible y además por someter el PCE a su control stalinista, Carrillo sólo consiguió soliviantar a unos militantes del interior que, más allá del mito, encontraron totalmente insoportables a los comunistas regresados. En los años siguientes, aquellos comunistas se pasarían en masa al PSOE y al nacionalismo catalán –en ocasiones, a ambos–, buscando una iglesia más sólida y caritativa que la comunista.

Las derrotas electorales –la testarudez de los hechos que decía Lenin– obligaron a Carrillo a abandonar la Secretaría General de un PCE ya destruido –¡gracias de parte de todos los demócratas, Santiago!– mucho antes de que se desplomara el Muro de Berlín. Amagó con regresar al PSOE, insistió en que era comunista hasta la muerte y, por encima de todo, sufrió la conversión en espectro sin haber muerto. Ese fantasma, solo o en compañía de personajes emblemáticos de la izquierda como Leire Pajín, siguió apareciendo como quejumbroso contertulio de radios y engañador en memorias que, en la época de ZP, apoyó desde el pacto con los terroristas hasta la ley de memoria histórica, seguramente soñando con ganar de una vez las mil y una batallas que perdió a lo largo de su dilatada vida.

Al final, como señaló Solzhenitsyn en las páginas de conclusión de Pabellón de cáncer, desapareció de la Historia. Por desgracia, como también señaló el disidente ruso, lo hizo después de haber causado la desgracia de millares de personas.

 

Fuente: Libertad Digital

 

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Españoles….. Carrillo ha muerto

El asesino de Paracuellos, el marxista sanguinario al servicio de Stalin, ha muerto esta tarde mientras dormía la siesta.  Murió pacíficamente, dulcemente, de una manera que no les permitió a sus miles de víctimas durante la II República.

Dicen que uno vive a través de sus obras.  He aquí la obra magna de Santiago Carrillo:

Cementerio de Paracuellos del Jarama – Fosa 1 (hay 7 fosas como ésta sólo en Paracuellos)

Y como testimonio de su sanguinaria vida, sin arrepentimiento por sus crímenes, dejo la famosa carta de «El Estudiante», remitida a Santiago Carrillo cuando todavía era secretario general del PCE.

«Hoy soy vecino de Aranjuez, tengo 65 años y en el año 1936 fui enterrador del cementerio de Paracuellos del Jarama. También estuve en la checa de la Escuadrilla del Amanecer, de la calle Marqués de Cubas 17 de Madrid, donde presencié los mas (sic) horrendos martirios y crímenes (sic). También estuve en el cuartel de asalto de la calle Pontones donde tú, Santiago Carrillo, mandabas realizar toda clase de martirios y ejecuciones de la checa de tu mando. Yo soy el pionero al que llamabas, el estudiante, que llevaba la correspondencia de las distintas checas a cambio de la comida que me dabais. ¿Me recuerdas ahora, Santiago Carrillo? ¿Te acuerdas cuando tú, acompañado de la miliciana Sagrario Ramírez, Santiago Escalona y Ramírez Roiz, alias el Pancho, en la carretera de Fuencarral km 5, el día 24 de agosto de 1936, siete de la mañana, asesinasteis al Duque de Veragua, que tú, Santiago Carrillo, madasteis (sic) que le quitaran el anillo de oro con piedras preciosas; y recuerdas que no se lo podian (sic) quitar y tú, Santiago Carrillo ordenastes (sic) que le coartaran el dedo; recuerdas, Santiago Carrillo, la noche que fuisteis a la checa de Fomento con tu coche Ford M-984 conducido por el comunista Juan Llascu y los chequistas Manuel Domicris, el Valiente, y el guarda de asalto José Bartolomé, y que entonces en el sotano (sic)mandastes(sic) quemar los pechos de la monja sor Felisadel Convento de las Maravillas de la calle de Bravo Murillo, y que así lo hizo el Valiente, con un cigarro puro. Esto sucedió el día 29 de agosto a las tres de la madrugada.»

 

 

 

Él, a quien le «resbalaba» que lo llamaran asesino, en un claro derroche de soberbia y desprecio a sus víctimas, a la verdad y a la sociedad toda, estará a estas horas enfrentándose al Tribunal Celestial, compareciendo por primera vez por todos sus crímenes.  Espero sinceramente que reciba allí la Justicia que jamás tuvo aquí.

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¿Nazis bolcheviques?

El diario ABC pone de relieve una noticia que a muchos puede sorprender, pero no a todos:  que los NAZIS COMUNISTAS sí existen.

Lo que muchos veníamos diciendo sobre la coincidencia de ideas entre marxistas-socialistas y fascistas-nacional-socialistas por fin queda al descubierto:

¿Comunistas nazis? Si, existen

El movimiento se llama NAZBOL, son nostálgicos de la «grandeza» de la Unión Soviética, y utilizan símbolos de la iglesia Ortodoxa y de Corea del Norte.  Su bandera es la nazi, pero con la hoz y el martillo en vez de la esvástica.

Pretenden instaurar un imperio bolche-fascista desde Irlanda hasta Vladivostok, y desde el Mediterráneo hasta el Ártico.  Sus héroes son Goebbels y Stalin.   Se hacen llamar a sí mismos «la otra Rusia».

Forman parte del Frente Europeo de Liberación, un rejunte de lo más granado del fascismo europeo.

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Nazismo y comunismo: hermanos

Interesante documental que desnuda a ambos totalitarismos y los muestra como lo que realmente son:  no como dos antagonistas sino como dos manifestaciones de lo mismo:  el socialismo.

Organizar la sociedad desde el poder, creando un hombre «nuevo».  Exterminando al enemigo del proyecto, y lavando el cerebro de la población a través de la propaganda.  Expandiendo su idea a través de la invasión y el sojuzgamiento de otros pueblos.  No es casual que ambos hubieran colaborado a comienzos de la Segunda Guerra Mundial.

 

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Cuarta parte

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¿Y si sale tonto?

Al parecer, el republicano comunista Cayo Lara está muy «preocupado» con todo este escandalete real de Corinnas y elefantes.

Lo que más le preocupa al comunista es que nos salga un rey tonto.  Así hablaba ayer:

«No entendemos que alguien por el hecho de ser hijo de, tenga que ser jefe de un Estado. ¿Y si sale tonto? ¿Tenemos que cargar con un jefe del Estado tonto? Tendrá que ser el que elijan los ciudadanos para bien o para mal».

Que por favor alguien le haga un poco de «memoria histórica» y le recuerde a este sujeto que ya hemos cargado con un jefe de gobierno TONTO, elegido DOS VECES por los ciudadanos.  Y si, fue para MAL.  Así nos luce el pelo.

 

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Sindicatos y políticos: una vergüenza

Permítanme por una vez, iniciar el análisis sobre el actual sindicalismo depredador con una vivencia personal que ilustra cómo la izquierda española, la más cutre y radical de Europa, trata de utilizar la buena voluntad de la clase obrera para conseguir por la fuerza lo que no ha conseguido en las urnas.

De sindicalistas verticales a depredadores de fondos públicos

Marcelino Camacho

El sindicalismo en España nació del anarquismo, en Andalucía y Cataluña básicamente. Mucho más tarde apareció UGT. Antes de la Guerra Civil, la CNT anarquista era el sindicato ampliamente dominante, con casi un millón de afiliados; la UGT socialista era seis veces más pequeña. Durante la guerra, los líderes anarquistas fueron exterminados por las milicias comunistas. Después de la guerra, el socialismo y UGT pasaron “35 años de vacaciones”, una acertada frase de Ramón Tamames. Solo los comunistas mantuvieron la oposición a Franco. A partir de los años 60, Marcelino Camacho, un comunista convencido, no demasiado inteligente pero honrado, valiente  y hombre de palabra, copió una idea de un falangista llamado Maeztu (no confundir con el intelectual Ramiro) que propugnaba la creación de comisiones obreras. Con la UGT desaparecida, los comunistas se infiltran en los sindicatos verticales, donde su organización sindical CCOO llegaría a tener un papel preponderante.

Representando a menos del 10% de los trabajadores, su exclusividad en la negociación en los convenios colectivos les da una representación y una importancia social de la que en realidad carecen.

A la muerte de Franco, con la implantación no de la democracia, sino de una monarquía oligárquica despilfarradora y corrupta -PP, PSOE y nacionalistas- que se repartiría el país como si fuera un solar a través del sistema autonómico, reaparece una UGT, con gente poco preparada, al contrario que CCOO, que tenía gente con experiencia y formada en los sindicatos verticales. CCOO era un gigante y el partido comunista, un pigmeo. Ante tal diferencia, Marcelino Camacho pone como una vela a Carrillo y mantiene una cierta independencia. Pero aquello no duró. Carrillo, a través de sus peones, le quitó el poder de facto, y Marcelino, un sindicalista de acero que nunca dejó de ser comunista pero que se mantuvo ajeno a las intrigas del aparato, acabó sucumbiendo.   

UGT, resucitada de la mano del PSOE, no es más que una correa de transmisión de éste. Al contrario que CCOO. A partir de finales de los 80, los líderes genuinamente obreros del sindicalismo, Marcelino Camacho y Nicolás Redondofueron desapareciendo de escena para ser sustituidos por burócratas intrigantes que jamás han trabajado y que abandonan descaradamente su razón de ser: la protección de los trabajadores. En vez de eso, se convirtieron en depredadores cada vez más codiciosos tanto de fondos públicos como de los propios trabajadores. Su dependencia de los partidos se difuminó; solo se mantuvo como fuente de prebendas y de depredación de dinero público. Desde entonces, la clase trabajadora les importa un pimiento. El incremento del paro constituye para ellos un maná del cielo, más parados suponen ríos de dinero público y ellos son los principales beneficiarios. También, al contrario que en el pasado, se lo reparten a pachas con los empresarios.

Mendez y Toxo, dos rostros de la vergüenza

En conjunto, UGT y CCOO se embolsan anualmente de unos 8.000 millones de euros entre el Estado, las autonomías, el expolio directo a los trabajadores y las exenciones de impuestos. Esta es la principal razón de la huelga general, ya que la reforma laboral pone en riesgo cierto esa cantidad, la segunda, tan importante como la primera. Representando a menos del 10% de los trabajadores, su exclusividad en la negociación en los convenios colectivos les da una representación y una importancia social de la que en realidad carecen totalmente. Hasta el punto que sus últimas “manifestaciones” han sido un fracaso de tal calibre, que ni siquiera han conseguido la asistencia de la totalidad de sus liberados, que viven como rajás sin dar un palo al agua gracias a su condición.

El único objetivo: volver al sillón blanco a renovar sus prebendas

La subvención directa del Gobierno es de 7 millones de euros, el chocolate del loro, pero después, como tienen una federación por CCAA cada una con once secciones dividas por actividad, al final tienen (11×17) 187 organizaciones que a su vez reciben subvenciones de cada CCAA, cifras que ambas sindicatos mantienen secretas. Los dos sindicatos reciben también subvenciones para todo tipo de actividades: cooperación internacional, ideología de género, memoria histórica y otros temas peregrinos. Y luego está el “y tiro porque me toca”, que consiste en que los líderes socialistas autonómicos les dan periódicamente cantidades enormes sin razón ni justificación  alguna. UGT y CCOO son unos profesionales de la depredación de fondos públicos.

Luego tenemos la gestión en exclusiva de los cursos de formación, un regalo de Zapatero, por los que recibieron más de 3.000 millones euros en 2011. Después vienen los EREs, por cuya gestión cobran una media del 8 % de la indemnización a cada trabajador, y que en 2011 ascendieron a unos 400 millones de euros. Finalmente, están las exenciones de impuestos que suponen, entre impuestos sobre beneficios e IBIs sobre su gigantesco patrimonio inmobiliario, casi 3.000 millones. UGT y CCOO jamás han permitido ser auditados y los gobiernos no han tenido lo que hay que tener para imponerlo, como era su deber.

El objetivo real de la huelga general es claro: volver al sillón blanco de La Moncloa, que consideran su sitio, y restaurar íntegramente sus prebendas. Y como la huelga será un fracaso, el acto clave  será la manifestación post huelga, el gran show ante los medios, y para cuyo éxito están poniendo toda la carne en el asador. Creo que el Gobierno no cederá, porque ya no puede hacerlo. Las cifras de enero son terroríficas: el déficit del Estado se ha doblado, los ingresos caído un 14,6% y el gasto público aumentado un 40,3%. Bajar el déficit al 5,3, 5,8 o 6,5% es una quimera, y lo peor es que en solo 19 meses tendrán que reducirlo al 3%, lo que implica un recorte de 60.000 millones si los ingresos fiscales se mantienen; y a 80 o 90.000 si no lo hacen. Esto ya no lo salva, como en agosto, ni San BCE. No pueden hacer concesión alguna, ni en la reforma laboral, ni dar un euro más a la banca o a los nacionalistas, ante quienes no paran de claudicar. Las CCAA no se sostienen. Rajoy, que después de trabajar seis horas el miércoles se confesaría agotado el pobre, está literalmente contra las cuerdas.

(texto que circula por internet)

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Pena de muerte para quien se suicide

Ayn Rand nos cuenta cómo en la Rusia de los años 20, en la que muchos “revolucionarios” desilusionados con el partido se suicidaban, instauraron leyes que castigaban el suicidio con la pena de muerte.

Vía No a Todo

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Un discurso brillante

Este clip es de la película «Un rey en Nueva York», de Charles Chaplin.  El niño que dice esta maravilla es su hijo Michael Chaplin.  Siempre se acusó a Chaplin de ser comunista, pero luego de ver esto, es para ponerlo seriamente en duda.

 

«Mi pecado prodigioso fue, y todavía es, ser un inconformista.  Aunque no soy comunista no acepté entrar en el lugar común de odiarlos»

Charles Chaplin

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